Escrito por Edgar Tarazona Angel
Tengo muchos recuerdos de mi infancia, ya muy lejana, en
Chipaque y uno de los más agradables es el de algunos bocados o comidas que se
preparaban en esos tiempos y, como ahora no he vuelto, no sé si aun se
encuentran todos estos exquisitos manjares. Hago un recuento de los sitios y
las personas, con la salvedad de que se me quedarán por fuera de este artículo.
Quiero advertir que estos recuerdos abarcan un tiempo comprendido entre 1948 y
1960. Por lógica todo ha cambiado en los siguientes cincuenta años.
Quiero empezar con el amasijo de mi tía Emilia Angel de Fonseca;
allí se amasaba el mejor pan de la región, y de Bogotá bajaba gente a comprar
los bizcochuelos, las galletas, el pan resobado, las galletas y el jamón de
cerdo, entre otras delicias. No puedo decir con exactitud la dirección de la
casa pero sí que quedaba a media cuadra del parque central, donde mi tía
Rosario Angel tenía una tienda donde expendía los productos del amasijo. Y sigo
llamándolo así porque nunca se le dijo panadería. Creo que el sabor especial de
los artículos que allí se cocinaban se debía a que se cocían en un horno de
carbón de leña y palos secos. Recuerdo algunas personas que ayudaban en estos
quehaceres como la señora Sara Baquero, que después tuvo su propio negocio, una
mujer campesina bastante gorda llamada Gregoria y otra señora Rita cuyos
apellidos olvidé o jamás conocí.
En mis recuerdos gustativos está el sabor de las arepas de laja
que amasaba y producía una señora llamada Carmen Julia a quien apodaban La
Racha, ella salía a la plaza con un canasto repleto de sus deliciosas arepas y
promocionaba con el grito de: Arepaaaas de lajaaa calienteeees, que jamás volví
a encontrar con ese sabor y ese gusto especial. Otras arepas de mis recuerdos
eran unas llamadas de mantequilla, pequeñitas, se diluían en la boca y solo
alcanzaban para dos o tres bocados. Igual me acuerdo de los pandeyucas y los
bollos de maíz pelao.
Conservo el nombre autóctono porque es el que tengo grabado en
la mente. Si no doy el nombre de las personas que producían estas delicias es
porque no los conocí o se me olvidaron. Para el final dejé el piquete chipacuno
que en todas partes llaman fritanga… es lo mismo pero en mi pueblo de la
infancia le decían y creo que le siguen diciendo piquete. La rivalidad
gastronómica en este campo de la comida preparada a punta de marrano era con
Cáqueza pero como yo era un niño no probé el de esa población y el de mi pueblo
me parecía el mejor del mundo.
Los días de mercado, que en la época eran miércoles y
domingo, en la plaza central, los
campesinos mostraban sus productos al consumidor sobre el físico suelo o en
mesas artesanales pero, como este no es el tema quiero referirme a las señoras
que vendían piquete en la parte inferior de dicha plaza. Mi preferida era la
señora Elenita y si la memoria no me falla su apellido era Garibello; mi
abuelita me llevaba a escondidas a comer su exquisita fritanga y digo a
escondidas porque en mi niñez sufrí de todos los males y tenía prohibida dicha
comida. La señora Yolanda Reina vendía piquete los otros días de la semana en
la esquina superior de la plaza pero creo que eso ocurrió algunos años más
tarde. También me encantaba su sazón y cuando ya maduro bajaba yo a Chipaque
nunca dejaba de visitar su caseta.
Para terminar quiero presentar mis excusas a las personas que
prepararon tantas cosas deliciosas que ya se me escapan de la memoria y quiero
agradecer a todos los chipacunos que me leen y siguen leyendo mis artículos en
Facebook en CHIPAQUE MI PATRIA CHICA.
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