LAS PELÍCULAS DE MI INFANCIA
En otro capítulo
hablé del señor que manejaba la planta eléctrica del pueblo donde
transcurrieron once años de mi niñez, Marcos Cubillos, apodado Lucero porque
manejaba la luz eléctrica; al mismo tiempo era quien proyectaba películas una
vez a la semana en una casona que tiene (todavía existe la casa, casi en
ruinas) un patio interior amplio sobre unas sábanas cosidas que servían de
telón. Eran películas de 36mm, de esas que alquilaban en unas maletas que
contenían dos o tres carreteles con las cintas. Hablo de años anteriores a
1960, cuando a los pueblos llevaban películas en blanco y negro y bastante
viejas; solo en las ciudades grandes se presentaban estrenos, y estos no eran
muy nuevos, por ejemplo la película LOS DIEZ MANDAMIENTOS con Charlton Heston,
filmada en 1954, llegó a Bogotá como con diez años de retraso, qué puedo decir
de mi pueblo.
Don Marcos nos
presentaba muchas películas mexicanas, que eran sus preferidas, con ellas
aprendí historia de México y su revolución, conocí los principales cantantes y
compositores de rancheras y, la lista es muy larga, les voy a nombrar algunos
como José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Tony Aguilar, Jorge Negrete, Luis
Aguilar, Miguel Aceves Mejía, Amalia Mendoza y otros que aparecían en las
películas con su traje de charros y tremendas pistolotas. No hay que olvidar al
maestro Mario Moreno, Cantinflas, Tin Tan, Resortes y otros cómicos que se me
fueron de la memoria.
También nos
deleitaba con películas de guerra, por supuesto, de la primera y segunda guerra
mundiales, en las cuales siempre perdían los alemanes y los japoneses. La otra
línea de cine del señor Lucero eran las películas del oeste; en estas los
blancos masacraban indios y mataban bisontes al por mayor, pero también se
daban en la jeta en los bares que llamaban Saloon, claro que no faltaban las
balaceras y los tipos más rápidos del oeste, que los niños imitábamos en
nuestros juegos con pistolas de juguete.
Por último
recuerdo las películas de Sandokan, el Tigre de la Malasia, un pirata que nos caía
bien a los infantes y se mezclaba en nuestros juegos; claro que había otros
piratas pero el preferido era Sandokan, un malo bueno. También, de vez en
cuando se colaban películas como los tres Mosqueteros y El Conde de
Montecristo. Siempre imitábamos el argumento en los potreros aledaños al pueblo
y nos divertíamos hasta que con una espada de mentiras casi le sacábamos un ojo
de verdad a otro niño y todas nuestras armas iban para la candela en las
estufas de carbón que había en todas las casas.
Varios lectores
me comentan de películas que no corresponden a los años que viví en Chipaque,
jamás vi una en colores, lo que se denominó Tecnicolor. Tampoco nombro a Javier
Solis o Vicente Fernández, dos grandes de la canción ranchera, que por esos
años no habían aparecido en la farándula aunque ya hubieran nacido.
Por poco olvido
el cine que nos presentaba la empresa cervecera Bavaria en la plaza central, contra
la pared de la casa cural. De vez en cuando llegaba una camioneta a promocionar
los productos de Bavaria y nos citaban a ver cine, por supuesto que no había
sillas y nos acomodábamos sentados en el físico suelo; a los niños nos daban
una Pony Malta, a las señoras una Costeñita y a los señores una Costeña. Cuando
terminaba un rollo había que esperar a que lo cambiaran y de vez en cuando se
cortaba la cinta y esperábamos a que la pegaran con cinta transparente, bueno
todo hacía parte de la diversión.
Y no crean que
esos años eran aburridos, para nada. Nos divertíamos tanto o más que ahora. En
otro artículo les hablo del Circo, o mejor los circos que llegaban a la
población. Uno pertenecía a la empresa Bavaria, con muy buena carpa, silletería
y utilería, pero llegaban otros muy pobres que son los que recuerdo con pesar,
muy pocos actores, vestuario remendado, casi en harapos… Después les cuento.
Edgar Tarazona
Angel